Simplemente "Borges" en un diario escrito por su colega
El gran amigo del autor de El Aleph escribió este diario durante más de cuarenta años. Ahora, Ediciones Destino publica este volumen de 1600 páginas. La última parte se retratan los últimos años de la vida del genial Borges. Ayer domingo vimos el porte del voluminoso tomo. Hay, obviamente, algo de desapego y atracción en el deseo de encarar esta laboriosa lectura y constatar aquello que Bioy Casares registro a lo largo de cuatro décadas. De antemano, en esta prodigiosa obseseión de registro de otros temas realcionados al autor de El Alhep, ya está la primera clave del misterio. Pero bueno... veamos que dicen (con autorización del editor Daniel Martino) lo que se cuenta de los últimos años de Borges según Bioy.
1986
Viernes, 14 de febrero. Ferrari me dice que está preocupado por la falta absoluta de noticias de Borges. Dice que Fanny también está preocupada. Al rato me confiesa que Fanny le contó que según el nuevo médico Borges está en una clínica, probablemente en Ginebra. El nuevo médico, no sin reticencias, finalmente lo había autorizado a viajar, previniéndole: "El frío de Europa no es nada bueno para usted".Borges me dijo: "No estoy nada bien. No sé cómo me irá. Tanto da morir en una parte o en otra". A Fanny le habría dicho: "Ojalá que en este viaje me muera". (Sin embargo, últimamente Borges recordaba el proverbio chino que dice: "No hay hombre tan joven que no pueda morir mañana, ni hombre tan viejo que no pueda vivir un año". ¿No es que desea morir? Pienso que proclama eso porque es más fácil expresar el deseo de morir que el deseo de seguir viviendo. Además, el que desea la muerte es un filósofo valiente y al que desea seguir viviendo es un mentecato ofuscado y ególatra.) Fanny tiene la intención de hablar con el médico y averiguar el nombre y la dirección de la clínica.
Lunes, 17 de febrero. Ferrari me dice: "Hay noticias de Borges". Mejoró mucho su salud. Aprovechando la mejoría se irán a la India (donde la embajada argentina abre sus oficinas de noche, porque de día el calor es excesivo). Ferrari está considerando la idea de ir a Europa a acompañarlo. Me parece bien, aunque por momentos temo que Borges vea como grotesca la llegada de este redentor.
Jueves, 1 de mayo. Noticias contradictorias sobre Borges. Dudas sobre si se casó. Alifano, Roy Bartholomew, María Esther Vázquez llaman preguntando por él.
Sábado, 3 de mayo. Me contó Alifano que una vez alguien mencionó a Battistessa, y Borges reflexivamente murmuró: "Angel J. Battistessa, que se escuda tras del seudónimo de Angel J. Battistessa", para concluir, después de una pausa: "La puta que lo parió".
Lunes, 12 de mayo. Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó el teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama. Silvina le preguntó cuándo volvían; María no contestó a Kodama. Silvina le preguntó cuándo volvían; María no contestó a esa pregunta. Silvina habló también con Borges y volvió a preguntar: "¿Cuándo vuelven?". Me dio el teléfono y hablé con María.Le comuniqué noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortesía, para no hablar de temas patéticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. "Regular, nomás", respondió. "Estoy deseando verte", le dije. Con una voz extraña, me contestó: "No voy a volver nunca más". La comunicación se cortó. Silvina me dijo: "Estaba llorando". Creo que sí. Creo que llamó para despedirse.
Sábado, 14 de junio. En la Confitería del Molino me encontré con mi hijo Fabián, al que regalé Un experimento con el tiempo, de Dunne, comprado en el quiosco de Callao y Rivadavia (después de cavilar tanto sobre este encuentro, dar con ese libro me había parecido un buen augurio). Se lo recomendé y le dije que le iba a dar una lista de libros. Después de almorzar en La Biela, con Francis Korn, decidí ir hasta el quiosco de Ayacucho y Alvear, para ver si tenía Un experimento con el tiempo: quería un ejemplar de reserva. Un individuo joven, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre las Eddas que me mandaron hace meses, (1, pie de página) me saludó y me dijo, como excusándose: "Hoy es un día muy especial". Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté: "¿Por qué?". "Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra", fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino. Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente yo no había perdido la costumbre de pensar: "Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez". Pensé: "Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estamos cerca unos de otros, pero incomunicados. Cuando Borges me dijo por teléfono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebró la voz y cortó, ¿cómo no entendí que estaba pensando en su muerte? Nunca la creemos tan cercana. La verdad es que actuamos como si fuéramos inmortales. Quizá no pueda uno vivir de otra manera. Irse a morir a una ciudad lejana tal vez no sea tan inexplicable. Cuando me hesentido muy enfermo a veces deseé estar solo: como si la enfermedad y la muerte fueran vergonzosas, algo que uno quiere ocultar".
Martes, 17 de junio. Veo una entrevista de Borges con Antonio Carrizo, por televisión. Me parece estar con Borges vivo. Yo, que no creo en otra vida, pienso que si Borges está en otra vida y yo ahora me pongo a escribir sobre él para los diarios, me preguntará: "Tu quoque?". Borges, que no admiraba a Guido y Spano, solía recitar con agrado la estrofa de "Nenia": ¡Por qué, cielos, no morí/ cuando me estrechó triunfante/ entre sus brazos mi amante,/ después de Curupaití!Domingo,
22 de junio. A veces sospecho que Borges era el autor de cuartetas y frases que atribuía a la tradición oral: al callar la autoría, se mostraba ante sí mismo libre de vanidad y lograba más fácilmente la aceptación de la pieza que proponía: nos resistimos a memorizar los versos del colega o del amigo, pero con gusto recogemos las citas que nos comunica, de otros autores o de la tradición anónima. En los años cuarenta, al llegar, solía repetir estas palabras, especie de saludo, de un actor de radio, o de varieté: "¿Cómo? ¿No me reconoce? Soy el popular Pancho Staffa". (En este caso, creo que la frase y el personaje no son invenciones de Borges; podrían serlo.)
Miércoles, 2 de julio. Busco en la biblioteca un libro cualquiera. Ninguno me parece hospitalario. Tomo por fin un volumen encuadernado, muy viejo: Des tropes ou Des différens sens dans lesquels on peut prendre un même mot dans une même langue, de M. du Marsais (Paris: Imprimerie de Prud-homme, 1811). En la última página descubro una inscripción entre paréntesis, de letra de Borges: "(15 de septiembre de 1939)". Sin duda me dio el librito como regalo de cumpleaños.1. Según Ricardo Ragendorfer "Adolfo Bioy Casares y los que aman, odian". La Primera, número 140 (2002): "En el atardecer del 14 de junio de 1986 los noticieros comenzaron a informar sobre la muerte de Jorge Luis Borges? . Poco después llegó Cachi a mi casa; se trataba de un psicólogo algo chiflado, que desde hacía años corregía un ensayo suyo sobre las Eddas. Se lo veía exaltado.Yo, como al pasar, le mencioné con cierta pesadumbre lo de Borges. Y ése era justamente el motivo de su exaltación. -Me lo acabo de cruzar a Bioy Casares y le comenté el asunto -dijo, atragantándose con las letras-. Por la cara que puso, me di cuenta que el pobre no no sabía nada. Fui yo el que le dio la noticia".
1987
Febrero. Las personas que me hablaban acerca de la muerte de Borges en Ginebra, lo hacían polémicamente, a favor de María, o contra María; quizá a favor de la familia o de la cocinera Fanny. Yo, que no quería azuzar inquinas que se entrecruzaban en la posteridad de Borges, más de una vez afirmé: "Borges me dijo que para morir da lo mismo un sitio que otro. Ginebra no era para él un destierro. La recordaba siempre con nostalgias. Y qué lujo: tener un amor, y aun mal de amores, a los ochenta y tantos años". Todo esto es verdad, pero ahora siento que es quizá una verdad un tanto superficial que en esos momentos empleaba para defenderme de personas tan interesadas en la satisfacción de sus aversiones, que parecían no sentir tristeza por la muerte de mi amigo. Quisiera creer que la muerte de Borges no fue tan desolada como la imagino. Yo quiero entrañablemente a París, pero sin duda preferiría morir en Buenos Aires. Todo puede volverse diabólicamente extraño al enfermo (Silvina, cuando regresó del hospital, no reconocía su casa); de todos modos, parece que las cosas que lo ayudan a sentirse en un ambiente familiar (en la acepción de conocido, de siempre) son favorables. No creo que Borges se haya sentido rodeado de las cosas y de las personas de siempre. Ojalá me equivoque. Murió en la compañíade María, en la de Bernès y quizá en la de Bianciotti. María era su amor, y esto me llevó a decir: "Volvió a los ochenta años, con su amor, al país de los mejores recuerdos". En realidad, María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla. Por lo demás, María era una persona de tradiciones distintas a las suyas. Borges alguna vez me dijo: "Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es el dulce de leche". En lugar de poncho y dulce de leche podemos poner infinidad de otras cosas que jamás compartieron María y Borges. Creo que con María podía sentirse muy solo. A Bernès lo conocía superficialmente, de verlo en mi casa. En cuanto a Bianciotti, fue siempre para Borges un personaje ridículo,vanidoso, afectado, afantochado.Según Silvina, Borges partió a Ginebra y se casó para mostrarse independiente, como un chico que quiere ser independiente y hace un disparate. Yo agregaría: "Viajó para mostrarse independiente y, de paso, para no contrariar a María".
Lunes, 11 de mayo. Almuerzo en La Biela con Oscar Peyrou (sobrino de mi amigo), que trabaja en España, para la Agencia EFE, y está por unos días en Buenos Aires. Me cuenta que la última vez que estuvo Borges en España, lo llevaron por los corredores del aeropuerto de Barajas, en una silla de ruedas. Los periodistas, los fotógrafos y la gente que lo esperaba, lo rodeaban y le hablaban mientras avanzaba por los largos corredores.En un momento en que ese gentío se apartó un poco, él se acercó a Borges y le dijo quién era. Borges exclamó: "Oscar Peyrou, el sobrino de Manuel", y lo tomó fuertemente de la mano.Yo pensé: "El nombre Peyrou fue para Borges, en ese momento, entre extraños, un talismán que le evocaba todo el mundo en que había vivido y que ahora se desvanecía".
1989
Bernès me refirió que Borges, unos quince días antes de morir, sintió la presencia de la muerte. Habría dicho: "Ha llegado. Está aquí". Le pregunté si la había descripto. Bernès contestó: "Dijo que era algo externo, rígido y frío".La Biblioteca Nacional Francesa permitió a Bernès -que dijo: "Borges los pide"- llevarse por unos días los tres volúmenes de la primera edición de Ascasubi. "Cuando salga la edición de La Pléiade yo tendré dos volúmenes así -comentó Borges-. Está bien que Ascasubi tenga tres y yo dos."Una de las últimas bromas. Bernès mencionó La moneda de oro. Borges corrigió: de hierro. Bernès se mostró disgustado por su error. Borges le dijo: "No se contraríe. Usted hizo lo que la alquimia no pudo".Hacia el final, Bernès le leyó "Ulrica". Borges comentó: "Soy un escritor". Según Bernès murió diciendo el Padre Nuestro. Lo dijo en anglosajón, en inglés antiguo, en inglés, en francés y en español.Borges murió en una casa alquilada, cerca de la Grande Rue (tal vez la cruza). Estaba muy contento en esa casa y dijo que le hubiera gustado vivir allí cuando era joven y vivía cerca de la iglesia rusa. La casa no tiene número; la calle no tiene nombre, pero tiene llave, que es también la de la casa.Bernès grabó a Borges cantando La morocha y otros tangos. Dice que en esa grabación Borges ríe con la risa de siempre.
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