noviembre 19, 2009

SARAMAGO Y DIOS – EN LETRAS DESDE CABALLITO

El escritor portugués ha lanzado su último trabajo "CAIN"... que, por la naturaleza cada vez más polémica de sus últimos textos, se presume como una nueva provocación del prolífico Premio Nóbel de Literatura. Saramago insiste, cada vez que puede, en aclara que él escribe para comprender... y que espera que los lectores también lo hagan. En este texto de Carlos Valle, que nos fuera enviado, se analiza la obra que ya circula por casi todo el mundo. El tono de este texto, por su naturaleza "teologizante", hubiera sido del gusto del Maestro Borges... seguramente. En cambio, el de Valle, incursiona en un análisis diferente e
interesado que se presta a una atenta lectura.



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LAS CUENTAS DE SARAMAGO CON DIOS,
SEGÚN EL PUNTO DE VISTA DE CARLOS A. VALLE
José Saramago al final de su última obra, Caín, deja la puerta abierta para entender que su pelea y lucha contra ese Dios "cruel, envidioso e insoportable" no ha llegado a su fin., porque le parece lógico que Caín y Dios "hayan argumentado el uno contra el otro una y muchas veces más, aunque la única cosa que se sabe a ciencia cierta es que siguieron discutiendo y que discutiendo están todavía."
No sería aventurado pensar que el Caín que pinta Saramago es en el fondo él mismo. Entonces, el apasionado rechazo y cuestionamiento de Dios que aflora en cada relato del Antiguo Testamento al que hace mención, como si el mismo Caín hubiera sido su protagonista, resumiría la paradójica mirada de quien, a la vez que rechaza a Dios, se siente atraído por él.
Se ha publicado que, cuando Saramago presentó por primera vez su libro en la ciudad de Penafiel, al norte de Portugal, tuvo fuertes críticas para la Biblia "como un manual de malas costumbres", puesto que está lleno de escenas de violencia, incesto y horrores y que "debería ser cuidadosamente escondida de las manos de los niños." Es indudable que Saramago estaba haciendo una lectura muy sesgada de la Biblia y no exenta de cierto chisporroteo promocional. Las historias a las que hace referencia están en la Biblia, y sus cruentos relatos destacan la responsabilidad final de Dios por esos hechos. Se puede argüir que esas historias reflejan el estadio del pensamiento de una cultura que fue desarrollando otras imágenes de Dios, e indudablemente en la Biblia esas imágenes de Dios están presentes.
Posiblemente, el prestigio y reconocimiento dado a Saramago proporciona a sus comentarios un peso e importancia que no puede ser ignorado. De todas manera, es evidente que si alguna reacción producen, especialmente en los círculos eclesiásticos, está en el camino del franco rechazo o el simple desdén.
Paradójicamente no han sido los teólogos quienes se han aventurado a dialogar con aquellos quienes, desde distintas perspectivas y a partir de variadas experiencias, expresan su rechazo a la religión y a considerar la posibilidad de la existencia de Dios. No, han sido novelistas, matemáticos, filósofos de las más variadas escuelas quienes han revivido en estos últimos tiempos el tema de Dios para descargar muchas de las repetidas críticas que en el pasado no solo habrían sido advertidas sino que, a más de uno, le habría costado la vida.
Por eso, es posible que algunos, como Saramago, estén clamando en el desierto sin esperar respuesta, sino como quien procura liberarse de ataduras de pensamiento que conforman una rémora religiosa del pasado. Estos escritores no parecen ir en busca de la promoción de un movimiento anti-dios, sino manifestar su decisión de romper con un pasado que fue para ellos una prisión del pensamiento.
Al mismo tiempo, debe mencionarse que algunos escritores procuran revivir los tiempos arremetedores del iluminismo, que coronaron la razón y la ciencia como el nuevo orden del pensamiento sobre el cual entender la vida y el mundo.
Así, por ejemplo, Piergorgio Odifreddi, un matemático italiano, en su libro "Por qué no podemos ser cristianos", publicado en 2008, llega a concluir que "al contrario que las religiones, la ciencia no tiene necesidad de reivindicar ningún monopolio de la verdad, lo tiene." Esta afirmación que suena tan aristocrática cuando viene de la religión no es menor cuando viene de la ciencia. La reivindicación de la razón contra la religión es un tema que preocupa a los teólogos cuando sienten que les arrebata sus postulados, pero no parece perturbarlos cuando las críticas tienen un origen existencial. Ha sido el existencialismo el que ha rechazado el pensamiento metafísico y ha puesto su mira en la existencia humana. De allí su reacción contra la absolutización de la razón. Este parece ser el camino sobre el cual transita Saramago. Sus críticas sobre las realidades concretas de las
miserias en el mundo hacen recordar los reclamos de Albert Camus, para quien el gran obstáculo para creer en Dios era el escándalo del mal, el sufrimiento de los inocentes. Camus lo planteaba, más allá de lo que manifiesta Saramago, como una paradoja sin resolución: o bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del mal, o bien somos libres y responsables pero Dios no es todopoderoso.
Saramago parece estar viviéndolo como un proceso que no ha alcanzado ni solución ni fin. "Las cuentas con Dios no son definitivas, pero sí con los hombres que lo inventaron. Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él"
Estas cuentas con Dios, que "no son definitivas", se emparentan con el pensamiento de Gianni Vattimo quien, a fines del 1970, había lanzado su controvertida idea –que constituyen la base de lo que denominó "pensamiento débil"- de que a todos los absolutismos o posturas metafísicas, que suponen la existencia de una verdad única, hay que contraponerles el hecho de que no hay certezas inamovibles porque las verdades son parciales y relativas.
Saramago, a su manera, comparte con Vattimo el resultado de ese encuentro y confrontación donde los dogmatismos no tienen cabida y son inaceptables, porque detrás de ellos se sostiene un orden autoritario. Lo que resta, si es que se quiere superar esos dogmatismos debe entrar en el camino del diálogo, que es confrontación y encuentro, como Caín y Dios que "que discutiendo están todavía".
© CAÍN de José Saramago por Carlos A. Valle.