octubre 06, 2009

MERCEDES SOSA - SEMBLANZAS

"Sino creyera..." ha titulado a esta semblanza Adolfo Pedroza de Rosario, Santa Fe. Es una más, entre los sorprendidos, de que la negra Sosa ya no esté más entre nosotros. ¿Qué hacerle? ... Lo inevitable es lo inevitable. En el caso de esta mujer, que supo escalar los más altos grados de la popularidad, su méritos son innegables. Además porque pudo hacerlo afectando al público con su voz de antigua estirpe... aquella sonoridad del país criollo que no nacio apenas en 1810 y que pocos reconocen y que la proyecto a un futuro que quizás en algun momento nos alcance. Pero bueno... veamos lo que nos dice, en su texto, Adolfo Pedroza.



***


El tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo.... (Pablo Milanés)
Cuando la conocí yo era un bochinchero de la secundaria. "Bochinche" que
terminaría en la pelea por el boleto estudiantil y aquellos que éramos
"militantes" no podíamos dejar de verla cuando venía a La Plata. Yo la
conocía por fotos y era flaca con patitas de tero y cantaba con dos
guitarreros con más pinta de parroquianos de bar que músicos.
El bombista era algo especial, a veces estaba y a veces no. "No viste
que ella tiene que agarrar el bombo muchas veces..." me decían; "eso es
porque el bombista no aparece".
Pero cuando se oía su voz ya nadie reparaba en sus patitas flacas ni si
estaba o no el bombista. Solo la escuchábamos. Y comentábamos... "se
huele el golpe" y aparecían las anécdotas..."Siempre que vino acá la
metieron en cana... averiguá si no me crees como se la llevaron esposada
del Almacén San José..."
Y ella seguía cantando, la Haydeé –que no le gustaba que le dijeran así
y se reía cuando le decían Sra. Gladys Osorio- cantaba con dos
guitarristas y un bombista y te erizaba la piel con "El indio muerto" o
"Luna tucumana" y corría el 72 cuando grabó "Hasta la victoria"... "Yo
soy Ramón, aquel que rompe las cadenas. Buril, solar. La fe que enciende
las hogueras. Clamor fundamental. La voz de la justicia. El que a la
suave brisa lo torna en vendaval. Yo soy Ramón, aquel que nunca
morirá..." cargado con todo aquello social y político que uno recién
empezaba a descubrir. Era tiempo de peñas, empanada y vino.
Todo nuevo para uno, pero no para un país que comenzaba a transitar un
camino de regreso a la democracia pero muy cargado de malos presagios. Y
volvieron a votar por un gobierno, yo todavía "era muy chico para
votar", y volvió la democracia y pudimos ir a verla otra vez a espacios
grandes donde podíamos saltar y bailar con sus canciones.
Y volvimos otra vez al país del Antonio Machado que nos recordaba: "...
golpe a golpe y verso a verso..." y otra vez su música se empezó a
escurrir de nuestros oídos junto al adiós a las peñas con empanadas y
vino... son recuerdos difusos en mi y con un fuerte contenido vivencial.
Pero es más clara, vívida y profunda aquella tarde/noche de Febrero en
el Opera de Bs. As.; había pasado otra larga noche para nuestra
historia, aun cargada de muerte y dolor y la negra volvía... "¿Cómo no
vamos a ir...?" . Y la dejaron actuar porque ya estaba en marcha la
locura de Malvinas y era bueno una válvula de escape. Y hubo una larga
y "prolija" cola para entrar. Nos palparon de armas hasta la vergüenza y
nos decíamos unos a otros: "No hay que hacer lío, hay que entrar y
adentro hacemos fiesta".
Y entramos y hubo fiesta. Gritos y aplausos cuando se paro en el
escenario y luego un largo silencio hasta escuchar su voz. Si no
recuerdo mal, arrancó con "Tantas veces me mataron, tantas veces me
morí, sin embargo estoy aquí resucitando. "... tantas veces me morí...
tantas desaparecí... a mi propio entierro fui..." y el teatro se venía
abajo; su voz era intimista y ya no había dos guitarreros y un bombista
y el sonido lo envolvía todo.
Luego vino La flor azul ... "me acompaña la esperanza en la soledad..."
y más canciones y otros acompañantes de lujo y fueron casi dos horas a
todo canto, con pocas palabras. Las manos se ponían rojas de aplaudir y
la garganta largaba tanto grito reprimido por años. Y todos queríamos
cantar y ella –majestuosa- desde el escenario ofrecía el micrófono y
todos cantábamos y nos abrazábamos... éramos seis los que fuimos
juntos... pero cuando nos abrasábamos éramos como veinte... que se yo
quienes eran los otros catorce.
Claro que después la vi en espacios abiertos y otros recitales, pero
aquello del 82 fue tan único como los inicios setentistas. Habrá tantas
formas de despedirse de seres queridos como podamos imaginar o ensayar,
el país que ayer nos dolía hoy nos sigue doliendo... chau negra...
nosotros seguimos y seguimos creyendo...
"Si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte, si no creyera que
en el monte se esconde el trigo y la pavura... Si no creyera en la balanza,
en la razón del equilibrio, si no creyera en el delirio, si no creyera en la
esperanza..."


***
Cuando Mercedes canta.
Por Federico J. Pagura.
Cuando Mercedes canta,
Un arroyo de aguas cantarinas
Parece que brotara de su boca;
Pero cuando denuncia
Los males que aborrece, de este mundo,
Entonces su canción es catarata
O trueno resonante y tan profundo,
porque es la Negra Sosa la que canta.
Y quedan extasiados,
Cañeros, campesinos, laburantes
De toda condición, en nuestra patria,
A quienes les conmueve las entrañas;
Porque una que luchó con la pobreza
Y contra la injusticia, lleva marcas
En su preciosa y singular garganta.
Y entonces, extranjeros
que no entienden su lengua castellana,
Cuando ella les describe las bellezas
De nuestros cerros y de nuestras pampas,
O cuenta nuestras penas y opresiones,
Se sienten conmovidos e inquietados,
Cuando ella hace latir sus corazones.
Y así seguirá siendo,
Ya en su presente-ausencia de Madraza:
Su voz perdurará cantando vida
Y una tierra, por fin recuperada,
Y una América libre, sin fronteras,
Que podremos correr ya con confianza,
En ese florecer de Primavera
Que Mercedes soñó con esperanza.
Rosario, 4 de octubre, 2009

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